El enésimo fraude del catalanismo


Recull de premsa |
Imatge video llibresdetextJOAN FONT ROSSELLÓ. No creo que sea necesario insistir en el apego del catalanismo por el engaño. Durante lustros negaron que aquí en Baleares se había implantado por la vía de los hechos un sistema de inmersión lingüística obligatoria, un fraude de ley puesto que nunca tal sistema pasó por el tamiz de la cámara autonómica. El catalanismo negaba los hechos  al aducir que oficialmente “no había inmersión” e invocar un decreto de mínimos que sólo fijaba un mínimo de un 50% de horas en catalán. Ya sabemos como el decreto de mínimos se fue transformando en uno de máximos sin que sus ejecutores, ni los partidos que les han estado amparando, tuvieran la valentía de legitimar la inmersión por ley, abiertamente y sin trampantojos.
Hace un año y medio, el deseo del Govern de adaptar ¡de verdad! los libros de texto a las modalidades insulares se encontró de nuevo con el mismo apego a la mentira. Lo primero que adujeron los catalanistas fue una media verdad: los libros “ya” se adaptaban a las modalidades insulares, reconocidas, mal que les pese, en los dos estatutos de autonomía que hemos tenido hasta ahora. Y, del mismo modo que la sombra sigue al cuerpo, la coacción siguió imperturbable al engaño. Los claustros de profesores amenazaron a las editoriales con no comprarles los libros si se atrevían a aceptar las subvenciones del Govern para balearizarlos. El STEI no vaciló en engañar a las familias haciéndoles creer que lo que pretendía el Govern era balearizarlos siguiendo la ortografía del siglo XIX que utiliza la Academia de la Lengua Balear. Ya se sabe, en el catalanismo, como en cualquier movimiento totalitario, anidan dos pulsiones incontrolables: la mentira –una forma de violencia, como sabemos– y la eliminación del advesario mediante coacciones y amenazas.
Cuando Xavier Pericay y un servidor nos propusimos evaluar si los libros de texto de las principales editoriales de las Islas Baleares (Anaya, Santillana, Vicens-Vives) se adaptaban o no a las “modalidades insulares” sabíamos que las conclusiones debían despejar dos preguntas fundamentales. En primer lugar, si los libros con el distintivo “Illes Balears”, o sea, adaptados en teoría al balear, realmente lo estaban o no y en qué grado lo estaban. Quiero recordar que tal adaptación no es un capricho de este Govern sino que lo exige el mismísimo “decreto de mínimos” (en sus artículos 3 y 23, decreto 92/1997) que ahora invocan a todas horas los catalanistas para volver a las andadas e imponer la inmersión en catalán. Claro está que los catalanistas, intérpretes únicos y absolutos de las disposiciones legales en materia lingüística, con el permiso de los magistrados del TSJB, no moverán un ápice para hacer cumplir la ley en este sentido. “Los proyectos editoriales tienen que respetar las modalidades insulares en lengua catalana”, reza el artículo 23 del decreto de mínimos. La segunda cuestión a resolver era indicar qué aspectos de la lengua (morfología verbal, léxico, indefinidos, artículo literario/salado, morfología no verbal, usos pronominales, etc..) estaban adaptados o no al mallorquín.
Antes, sin embargo, debíamos resolver una cuestión preliminar que hasta ahora nadie ha querido resolver. ¿Qué entendemos por “modalidades insulares”? Pues bien, con el ánimo de que nadie pudiera poner un pero al estudio de 37 páginas, decidimos dejar de lado los aspectos más controvertidos como el artículo salado y los usos pronominales (pronombres fuertes y débiles) que, aun siendo normativos, son relegados al ostracismo de la informalidad por la normativa oficial del Institut d’Estudis Catalans. De este modo separábamos lo que son estrictamente “registros” (formales/informales) de lo que son las “modalidades insulares”, saliendo al paso de algunas críticas al respecto. Sigo pensando que la teoría de los registros que esgrimen a todas horas los partidarios de la estandarización a ultranza no es más que una estratagema diabólica para terminar con nuestras modalidades. Aun así, asumimos el envite convencidos de que, incluso dentro de la más estricta normativa que nos permite el IEC y respetando los dichosos “registros”, no sería difícil concluir que su adaptación al balear era penosa.
Ya conocen el resultado. El estudio ha demostrado que de aquellos aspectos analizados sólo se adaptan a nuestras modalidades la morfología verbal (y no siempre), el artículo personal (En Joan, Na Maria, N’Esperança) y algo de vocabulario, el más doméstico y elemental. Nada más. La morfología no verbal (cuantitativos, indefinidos), la mayor parte del léxico y los usos conjuncionales y preposicionales no se adaptan. Esto significa, lisa y llanamente, que los normalizadores y técnicos lingüísticos de nuestras editoriales de cabecera, a la hora de elegir entre una solución del catalán central y una solución balear, aunque ambas sean correctas y dentro de la sacrosanta norma, se decantan casi siempre por la primera. A esto hay que añadir, además, la constatación –para constatarlo no hacía falta ningún estudio, claro– de que el artículo baleárico y los prononbres tal como los usamos en Mallorca y Menorca han sido erradicados por completo.
En suma, tras analizar 18 libros de texto de las asignaturas de Catalán y Conocimiento del medio, podemos concluir que la adaptación de los libros al mallorquín, menorquín e ibicenco es insuficiente a todas luces. El enésimo fraude del catalanismo.
___________________
Publicat a El Mundo-El Día de Baleares, el 25-10-2014

Comentarios

Entradas populares de este blog

El mallorquín, menorquín e ibicenco no es catalán

MALLORQUÍN Y CATALANISMO.

¿AIGO, AYGO O AIGUA?.