El mallorquín, menorquín e ibicenco no es catalán
Fundación Círculo Balear
El mallorquín, menorquín e ibicenco no es catalán
Destaca que "debemos defender, sin complejos, la identidad propia del balear
Jorge Campos
La Fundación Círculo Balear (FNCB), como reflejo del sentir mayoritario de nuestra sociedad, compatibiliza la defensa de los derechos y libertades constitucionales que se sustentan en la unidad de España con la defensa de la identidad cultural y lingüística de Baleares. Unidos en lo plural como base para convivir pacíficamente como hemos demostrado a lo largo de siglos los habitantes de estas maravillosas islas. Creemos que este planteamiento es muy necesario ante los desafíos separatistas que vivimos en algunas zonas de nuestro país.
Esa convivencia es la que se ve amenazada por las posiciones intolerantes que históricamente acompañan al nacionalismo. En nuestro caso, el nacionalismo pancatalanista, que de cultural ha pasado a político. Creador de una industria económica basada en la subvención pública para imponer el catalán en Baleares como instrumento necesario para incluirnos en esos inexistentes “paisos catalans”.
Ha sido la verdad incuestionable de la “unidad de la lengua catalana”, como si de un dogma de fe se tratara, la excusa para iniciar, hace años, el proceso de sustitución que sufre nuestro mallorquín, menorquín e ibicenco, por un catalán estándar artificial y contrapuesto a la naturalidad del habla del pueblo balear y a la literatura de sus eruditos. Un tesoro lingüístico del mundo romance que intentan liquidar tergiversando y manipulando la historia y la filología. Una filología que, si es catalana, es “ciencia”. Cuando se trata de una rama de las Humanidades, abierta a discusión y a debate académico, que, en ocasiones, han elevado a la categoría de lengua algunos dialectos, y viceversa. El problema se produce cuando la política entra en el terreno de la historia, la cultura y la lengua, porque los manipula a su conveniencia.
Ha sido esa política la que intenta convencernos de que nuestra lengua y cultura balear no es más que un apéndice de la lengua y cultura catalana. Y, ¡ay del que ose contradecir esta verdad absoluta!, porque será víctima de las instituciones creadas por el nacionalismo a modo de tribunales de la Inquisición para condenarle a los infiernos de los españolistas, gonellas, fachas, ultras, secesionistas lingüísticos y otras lindezas vertidas por los ayatollahs de la lengua catalana. Que, por cierto, viven a costa de los impuestos de todos los ciudadanos.
Frente al pensamiento único y casposo del nacionalismo catalanista contestamos, cívica y culturalmente, con un mensaje claro, sin ambigüedades calculadas: El mallorquín, menorquín e ibicenco no es catalán. Nuestra cultura no es catalana.
Debemos defender, sin complejos, la identidad propia del balear, como lo llamaba Antoni M. Alcover, respecto del catalán, para evitar lo que llevan intentando lograr desde hace unos 100 años, intensificado en los últimos 30: A través de la unidad de la lengua y la cultura hacia la unidad política de la nación catalana, los “paisos catalans”. Ya lo dijo a principios del siglo pasado el Presidente de la Diputació de Barcelona y, más tarde, de la Mancomunitat de Catalunya, Enric Prat de la Riba: "Hagamos como los ingleses con su Gran Bretaña, flor de imperio que está a punto de surgir; hablemos de la Cataluña grande, que no es el Principado solamente, ni Mallorca, ni el Rossellón, ni Valencia, sino Valencia y Mallorca y el Principado y el Rossellón y todos a una. Todos somos unos, todos somos catalanes. Y para llevar a cabo esta filosofía hay que dominar por la fuerza de la cultura, servida y sostenida por la fuerza material; es el imperialismo moderno, el imperialismo integral, el de las grandes razas fuertes de ahora"
Los gobiernos y las instituciones públicas tienen la obligación de respetar la herencia cultural, lingüística e histórica. Por ello, libros como el recientemente editado por el Gobierno Balear llamado “Les modalitats insulars” del “català de Balears”, suponen un contribución más a la liquidación del patrimonio lingüístico vernáculo de Baleares. Se puede agradecer la intención del gobierno, pero el inmenso legado lingüístico balear iniciado hace siglos no se merece este resultado:
En los años 1533, 1595, 1812 y 1840 D. Juan Pastrana, D. J. Binimelis , D. Antonio Cervera y D. Pere Antoni Figueras, respectivamente, publicaron las primeras gramáticas mallorquinas, aunque en 1496 ya encontramos una gramática mallorquina-lemosina escrita por D. J. Dameto. En 1780 los Hermanos Antonio y Juan Ramis i Ramis y en 1786 D. Antoni Febrer i Cardona, también publicaron las menorquinas. Llegando a 1835 cuando la gramática mallorquina de D. José Amengual fue difundida y estudiada en los colegios de la isla. Dicha gramática fue revisada y reeditada en 1872 por el mismo autor, y fue denominada "mallorquina" porque, durante esos años y hasta la primera República española, las Baleares ostentaban el título y nombre de Reino de Mallorca.
En cambio, hasta 1870 sólo se sabe de dos ediciones gramaticales de la lengua catalana, una de D. Ignaci Ferreres, en 1827, y otra de Antonio de Bofarull, en 1874. Y no fue hasta 1918 cuando se publica la primera gramática catalana de Pompeu Fabra aceptada por el Institut d´Estudis Catalans. Sí. Los mismos que acaban de organizar el simposio “Espanya contra Catalunya”. Su falta de rigor histórico y filológico no ha cambiado con los años.
También los primeros diccionarios mallorquines fueron anteriores a los catalanes.
Por otra parte, la fonología, la morfosintaxis y la semántica, demuestra las clarísimas diferencias entre el balear y el catalán, aunque procedan de un tronco común latino. Dichas diferencias se encuentran en los sonidos, en la acentuación, en los artículos, en las preposiciones, en los verbos, en el significado de las palabras, en los giros lingüísticos, etc.
Aunque, sobre todo, son los datos históricos los que desmontan con mayor contundencia el pancatalanismo cultural y político que se les enseña en las escuelas a los niños de Baleares desde hace años: Con la conquista y asentamiento romano se introdujo el latín que mezclada con el sustrato lingüístico anterior marcó el inicio de nuestra actual lengua romance. Cuya denominación “balear” también es histórica.
Al dividir los romanos Hispania en seis provincias, una de las cuales era la baleárica, nuestra lengua pasó a conocerse como "balearico eloquio" o lengua balear. El balear siguió enriqueciéndose con los vándalos, el imperio Bizantino y los godos. Hasta que llegaron los musulmanes que respetaron y enriquecieron la lengua y costumbres existentes hasta entonces. Es a partir de esta época, y hasta el siglo XIX, cuando nuestra lengua empieza a llamarse "romans", con sus variedades en Menorca, Ibiza y Formentera.
Y así hasta 1229. Fecha clave para los que defienden que en Baleares se habla catalán gracias a la supuesta repoblación de las islas por parte de catalanes con la venida del Rey Jaime I y sus huestes. Repoblación que no se produjo, al menos con un número tan importante para cambiar el habla a una población mallorquina que en aquella época ya contaba con sesenta mil habitantes. Prueba de que no hubo tal repoblación es la ausencia total de vestigios catalanes en Baleares: Las tradiciones, la arquitectura, los nombres propios, los nombres de pueblos, la música, los bailes, la forma de vestir, gastronomía, folklore, etc. Todo es distinto.
Además, el Rey Jaime I de Aragón no trajo el catalán, sencillamente porque este no existía como tal. El Rey hablaba romance aragonés, montpellerés y latín. Escribía en latín y en lemosín por ser lenguas al uso culto. Así, Jaime I, en el libro de la historia de su vida, escrito en lemosín por el propio monarca, nos dice que antes del Desembarco en Santa Ponsa, junto al islote de Pantaleu, frente al actual San Telmo, antes llamado La Palomera, habló con un nativo isleño y se entendió sin necesidad de traductor. Sin embargo, con los emisarios del Wali de Mayúrqa (Mallorca), tuvo necesidad de un intérprete de lengua árabe.
Estos apuntes son un breve resumen de la ingente información histórica, gramatical, y cultural cuyas fuentes se pueden consultar en archivos históricos y obras citadas. Y que, como mínimo, deberían hacer dudar sobre la catalanidad de nuestra lengua y cultura a las personas con pensamiento abierto y espíritu crítico. Personalmente lo tengo claro, y los estatutos del Círculo Balear también.
Bienvenidas sean las entidades que, sin ambigüedades, se sumen a esta lucha por la verdad histórica y lingüística que desde hace muchos años llevan a cabo particulares y organizaciones cívicas y culturales. Todos somos necesarios. Porque, si el actual artículo 35 del Estatuto de Autonomía se muestra insuficiente para proteger, estudiar y promocionar nuestras modalidades lingüísticas, tal como demuestra la última publicación oficial al respecto, debemos exigir a nuestros gobernantes que lleven a cabo los cambios legislativos oportunos para denominar oficialmente a nuestra lengua co-oficial como siempre la hemos llamado, y crear la Institución o Academia que establezca la normativa que aprendan en las escuelas y universidades las futuras generaciones. Teniendo en cuenta las obras que nos llegan desde el siglo XVI, de Amengual en el XIX, y de Alcover en el XX, hasta la actualidad, con los estudios realizados, por ejemplo, por la Academia de la Lengua Balear, o por eruditos como Antonio Roig Artigues, entre otros muchos. Por ello, creo que es necesaria la organización de un Congreso abierto a todos los especialistas que han trabajado en este sentido en el que se aprueben las bases para una normativización del balear. De lo contrario es probable que perdamos el mallorquín, menorquín e ibicenco, sustituido por el catalán.
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