La identidad traicionada

HOY SE
PERPETRA la enésima traición al pueblo mallorquín, a su historia y a su
identidad. En el Consell de Mallorca, la izquierda nacionalista, la
podemita y lo que sea El PI votarán que la Diada de Mallorca pase del 12
de septiembre al 31 de diciembre. Para que lo entiendan, -si me
permiten el anacronismo-, se sustituye el día en que nuestro primer
monarca privativo, Jaime II, juraba nuestros derechos y
libertades, por aquél en el que el rey de Aragón entró a sangre y fuego
en Madina Mayurqa. O para que lo comprendan todavía mejor: se elimina
la memoria del reino privativo, -nuestro verdadero hecho diferencial- en
beneficio del día en que pasamos a formar parte de la entidad
ahistórica llamada països catalans, sustento político -no sólo cultural-
del separatismo sucursalista de nuestras islas.
Ya
ocurrió en 1983. Se cambió el nombre de nuestra lengua, de espaldas al
pueblo, en nombre de un consenso que se cerró en los despachos, que
algunos se cobraron bien y que se vistió de un cientifismo que nadie,
con una ligera noción de sociolingüística, sería hoy capaz de sostener.
Pero la traición se consumó, quedó bien blindada en el Estatut,
confirmada en su reforma y convertida en una verdad de fe de la que no
cabe disentir bajo pena de excomunión «gonella» y fascista.
Para que
no quepa ninguna duda sobre sus intenciones, una semana antes de que se
produzca la votación, ya se hacía público el lema de esta Diada «Per la
plena sobirania de Mallorca. Construïm els Països Catalans». Que se
hiciera antes de pasar por el trámite de la votación, ya es lo de menos.
Se aprobará sin consenso, con el voto en contra del partido mayoritario
-el PP- y el de Ciudadanos. Quizás en esta ocasión ha sido imposible el
pacto de despachos, así que la vergüenza se consumará -esta vez- en
público, sin que quepa la menor duda de quién perpetra la traición.
El
nacionalismo no suele engañar sobre sus intenciones, de hecho, desde los
inicios de la autonomía siempre ha mantenido que la Diada de Mallorca
debía ser el 31 de diciembre y así lo ha manifestado a lo largo de los
años tanto en las algaradas callejeras previas a la ofrenda floral a
Jaime I como en la Festa d l'Estendard. Pero en estos tiempos de
democracia asamblearia y transparencia pluscuamperfecta, aun teniendo a
un presidente de Més en el Consell, había que vestir el santo.
Nada más llegar a Palau Reial, Miquel Ensenyat,
en un alarde de impostura, invitó a participar a los mallorquines en
una decisión que ya estaba más que tomada. «El 12 de septiembre, como
Diada de Mallorca no tiene arraigo popular, quizás habría que
repensarla». Poco después, se constituía una comisión especial que tenía
como objeto «estudiar y, si convenía, elevar al Pleno» no si se debía o
no cambiar la fecha de la Diada o qué hacer para mejorarla, sino
directamente buscar «un día alternativo al actual 12 de septiembre como
más acertado para celebrar la Diada de Mallorca». Que nadie, salvo su
partido, hubiese planteado jamás la necesidad de un cambio, poco
importaba.
Consultas
a «expertos en la materia», un proceso participativo abierto a la
ciudadanía en el que opinaron ¡46 personas! y un dictamen plagado de
contradicciones, es el resultado de ese «repensamiento». Creo que
hubiera sido bastante más honesto manifestar desde el primer momento
que, ahora que se había conseguido la presidencia del Consell de
Mallorca y que los votos de sus socios se lo iban permitir, impondrían
su deseo, manifestado durante tantos años, de que la Diada de Mallorca
fuese el 31 de diciembre. Sin más.
Si
hablamos del dictamen con el que se pretende justificar el atropello,
una vez impuesta la premisa de que el 12 de septiembre carece de arraigo
popular, se pasa a menospreciar el acontecimiento histórico celebrado,
así como cualquier logro o circunstancia que justifique la importancia
que tuvo para Mallorca su monarquía privativa, hasta el punto de que, en
un párrafo de insultante displicencia hacia nuestro hecho diferencial y
momento de mayor esplendor de la isla, no sólo se considera inoportuna
la ofrenda floral a nuestro rey Jaime II, sino que se concluye: «esta
Comisión no ve la necesidad de homenajes a los reyes privativos o
generales de Aragón».
Siguiendo
con el dictamen, para la totalidad de los historiadores consultados -no
me encuentro entre ellos- el 31 de diciembre de 1229 es «el momento
simbólico del nacimiento del pueblo mallorquín tal y como lo conocemos
hoy en día». Es decir, la indubitada Epifanía de los mallorquines.
Borramos de un plumazo la Mallorca talayótica, la romana, la
paleocristiana, la bizantina, la musulmana, la judaica, todas ellas
documentadas en las fuentes escritas o en los hallazgos arqueológicos
que han definido - sobre todo la Antigüedad- nuestra singularidad como
ningún otro momento, si exceptuamos el de la monarquía privativa.
Mallorca nace en 1229, como podía haberlo hecho en cualquier momento
decidido por políticos de este jaez. De nuevo, como es común en todos
los nacionalismos, la Historia como coartada.
Sin
embargo, frente al cariz claramente positivo que desde una lectura
actual tiene el juramento de los Privilegios y Franquezas del reino de
Mallorca por parte de Jaime II, la conquista de Madina Mayurqa está
plagada de elementos que casan mal con la corrección política al uso. De
modo que en el dictamen se reconoce el origen sangriento de la
conmemoración, pero se proponen charlas de interculturalidad para
justificarlo (cabe decir que hablamos de los mismos políticos que se
niegan a celebrar el Día de la Hispanidad, por los mismos motivos que
obvian en el 31 de diciembre). Por supuesto, el carácter de reconquista
para la Cristiandad que fundamentó su celebración en Palma desde
siempre, se elude también, porque no tiene cabida en una institución que
se autodenomina «laica».
Todo ello
nos lleva a una celebración confusa en su forma, de la que hay que
blanquear el origen hasta llegar al ridículo y colgarla de una fiesta
palmesana bien arraigada - la de l'Estendard- , que está catalogada, por
cierto, como Bien de Interés Cultural y que, por tanto, no puede ser
modificada.
Impuesto
su criterio, esta vez no podrán acogerse a la mentira del consenso. En
cuanto a los que en 1997 votaron una cosa y hoy cambian de opinión, en
su conciencia queda.
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Publicat a EL MUNDO/El Día de Baleares
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Publicat a EL MUNDO/El Día de Baleares
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